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El libro de los Iluminati
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El libro de los Iluminati
El libro de los Illuminati.
Hay libros que, aún sin tener certezas sobre su existencia, ejercen un magnetismo irresistible sobre el lector deseoso de prodigios. Tal es el caso de El libro de los Illuminati.
El libro de los Illuminati, desde luego, vástago directo de la Orden de los iluminados (Illuminatenorden), a veces llamados simplemente Illuminatis (iluminados), fue (o es) el retoño manuscrito de aquella sociedad secreta fundada en 1776 por Adam Weishaupt en Baviera. Su nombre es sinónimo de conspiración, a pesar de que no existan pruebas de la supervivencia de la Orden fuera de un círculo estrecho de iniciados y alcahuetes.
El libro de los Illuminati, tan mítico como la Orden misma, se ha convertido en uno de los textos apócrifos con mayor y más espesa bibliografía, desde ya, presuntamente eruditas. La Orden estaba fuertemente comprometida con la Ilustración, es decir, con el perfeccionamiento del mundo a través de la igualdad y la fraternidad; de modo que no resulta extraño que semejantes aspiraciones carezcan de un canon o libro de cabecera. La primera referencia a El libro de los Illuminati proviene del discurso de su fundador, Adam Weishaupt, quien en 1872 hizo circular algunas de sus páginas para captar potenciales adeptos, o acaso para despistar a los comedidos.
Según el Libro de los Illuminati el medio para alcanzar la libertad, máxima aspiración de la Orden, era la educación; pero no de una educación externa, es decir, de conocimientos impuestos o revelados por otro, por ejemplo, un maestro o un tutor, sino mediante la formación del individuo desde sus propios intereses y posibilidades. El único camino hacia una sociedad igualitaria, sostiene el libro, se basa en el autocontrol y una moral firme e imperturbable, contraria al despotismo intelectual de la Iglesia.
Quienes se han animado a comentar El libro de los Illuminati, sin presentar pruebas concluyentes de su existencia, sostienen que se trata de un repaso histórico por aquellas órdenes que prefiguran la moral de los Illuminati. Allí se explica que en la "infancia de la humanidad" no existía el dominio, la propiedad privada, o el deseo de poseer bienes materiales, cuestión que se habría instalado con el crecimiento de las primeras ciudades estado. De esta pérdida emerge ese sentido de anhelo y de nostalgia por un mítico estado paradisíaco, donde las diferencias, si es que las había, estaban sometidas a la marginalidad del individuo.
El libro de los Illuminati promete un retorno a este estado idílico de la sociedad, al cual se puede acceder mediante la educación, la ilustración y una férrea moral basada en el autocontrol. En definitiva, el libro es una especie de guía espiritual para marcar los pasos del místico extraviado y del profano curioso. El ocultismo y el esoterismo no están ausentes, por el contrario, se los expone como una herramienta vital de autosuperación.
Por cierto, este apócrifo Libro de los Illuminati no ofrece nada realmente novedoso. Allí se mezcla el milenarismo medieval, siempre listo para declarar clausuras divinas y promesas de azufre, y las profecías eternas de castigo y redención. Paradójicamente, el libro predica el quietismo de sus miembros, es decir, una doctrina que tiende a la pasividad y la autoaniquilación, absolviéndolos de cualquier responsabilidad en el progreso de la sociedad, y al mismo tiempo una especie de rebeldía proyectada para derribar los sistemas de gobierno establecidos.
El libro de los Illuminati, repito, apócrifo; propone la demolición del sistema absolutista desde dos vías que se contradicen mutuamente. La libertad no debería conseguirse mediante una revolución organizada -asegura- sino mediante la actividad individual de todos los miembros de una sociedad determinada que buscan superarse moral e intelectualmente.
No es extraño que un canon semejante haya despertado las fantasías de los adeptos a las teorías conspirativas, acaso olvidando que la única sociedad secreta exitosa es aquella sobre la cual desconocemos su nombre, y de la que jamás oiremos mencionar, siendo los Illuminati una de las órdenes menos secretas en la larga historia de cofradías clandestinas.
Hay libros que, aún sin tener certezas sobre su existencia, ejercen un magnetismo irresistible sobre el lector deseoso de prodigios. Tal es el caso de El libro de los Illuminati.
El libro de los Illuminati, desde luego, vástago directo de la Orden de los iluminados (Illuminatenorden), a veces llamados simplemente Illuminatis (iluminados), fue (o es) el retoño manuscrito de aquella sociedad secreta fundada en 1776 por Adam Weishaupt en Baviera. Su nombre es sinónimo de conspiración, a pesar de que no existan pruebas de la supervivencia de la Orden fuera de un círculo estrecho de iniciados y alcahuetes.
El libro de los Illuminati, tan mítico como la Orden misma, se ha convertido en uno de los textos apócrifos con mayor y más espesa bibliografía, desde ya, presuntamente eruditas. La Orden estaba fuertemente comprometida con la Ilustración, es decir, con el perfeccionamiento del mundo a través de la igualdad y la fraternidad; de modo que no resulta extraño que semejantes aspiraciones carezcan de un canon o libro de cabecera. La primera referencia a El libro de los Illuminati proviene del discurso de su fundador, Adam Weishaupt, quien en 1872 hizo circular algunas de sus páginas para captar potenciales adeptos, o acaso para despistar a los comedidos.
Según el Libro de los Illuminati el medio para alcanzar la libertad, máxima aspiración de la Orden, era la educación; pero no de una educación externa, es decir, de conocimientos impuestos o revelados por otro, por ejemplo, un maestro o un tutor, sino mediante la formación del individuo desde sus propios intereses y posibilidades. El único camino hacia una sociedad igualitaria, sostiene el libro, se basa en el autocontrol y una moral firme e imperturbable, contraria al despotismo intelectual de la Iglesia.
Quienes se han animado a comentar El libro de los Illuminati, sin presentar pruebas concluyentes de su existencia, sostienen que se trata de un repaso histórico por aquellas órdenes que prefiguran la moral de los Illuminati. Allí se explica que en la "infancia de la humanidad" no existía el dominio, la propiedad privada, o el deseo de poseer bienes materiales, cuestión que se habría instalado con el crecimiento de las primeras ciudades estado. De esta pérdida emerge ese sentido de anhelo y de nostalgia por un mítico estado paradisíaco, donde las diferencias, si es que las había, estaban sometidas a la marginalidad del individuo.
El libro de los Illuminati promete un retorno a este estado idílico de la sociedad, al cual se puede acceder mediante la educación, la ilustración y una férrea moral basada en el autocontrol. En definitiva, el libro es una especie de guía espiritual para marcar los pasos del místico extraviado y del profano curioso. El ocultismo y el esoterismo no están ausentes, por el contrario, se los expone como una herramienta vital de autosuperación.
Por cierto, este apócrifo Libro de los Illuminati no ofrece nada realmente novedoso. Allí se mezcla el milenarismo medieval, siempre listo para declarar clausuras divinas y promesas de azufre, y las profecías eternas de castigo y redención. Paradójicamente, el libro predica el quietismo de sus miembros, es decir, una doctrina que tiende a la pasividad y la autoaniquilación, absolviéndolos de cualquier responsabilidad en el progreso de la sociedad, y al mismo tiempo una especie de rebeldía proyectada para derribar los sistemas de gobierno establecidos.
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