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[Relato] Crónicas de la Luna Llena
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FORO OTAKU :: RINCÓN ARTÍSTICO :: Zona Literaria :: Fan Fics :: One Shots
Página 1 de 1.
[Relato] Crónicas de la Luna Llena
Bueno, éste es un relato que escribí creo que el año pasado (o el anterior, quizá). Espero que os guste :3
Ése fue mi primer día en el pueblo. Terminamos la mudanza esa mañana, y por la tarde ya parecía que llevásemos toda nuestra vida ahí. Ya nos saludábamos entre nosotros y conocía a todos los de mi edad.
Cuando cayó la noche, salí de casa para ir a dar un paseo por la playa. La luna se reflejaba en la mar calmada, y yo me senté en la arena, mirando hacia el horizonte.
Fue entonces, mientras miraba a lo que parecía una de las vistas más bellas que podría haber en el mundo, cuando apareció ella.
Tenía el pelo negro y largo, ondulado. Desde mi situación, se veía una cara hermosa. Llevaba un vestido del color del ébano, que ondeaba por el viento. Y me miraba.
Cuando advertí ese detalle volví la vista al mar como quien no quiere la cosa, pero sabía que me había visto, y yo a ella.
Al cabo de lo que debieron ser uno o dos minutos, volví a mirar. Ya no estaba.
Esa noche soñé con la chica de negro.
Segunda Luna
Era septiembre, hacía casi un mes que había llegado al pueblo y ya sentía que había crecido allí. Salí del instituto y cogí la bicicleta, aparcada al lado de la puerta. Estaba enganchada en una farola gracias a un candado.
Ya casi ni me acordaba de la chica de negro, aunque de vez en cuando me sorprendía pensando en ella. No me la había cruzado nunca más, y eso es prácticamente imposible en este pueblo.
Sin embargo, al atardecer volví a la playa. Cuando anocheció y la luna llena se izó con todo su esplendor, la volví a ver.
Esta vez, tras seis minutos de intensas miradas, me atreví a acercarme lentamente, como si ella fuera un pájaro listo para alzar el vuelo ante cualquier asomo de peligro.
La chica me miró fijamente, dudando qué hacer en ese momento. Al ver su vacilación, me paré. Al cabo de un rato, cuando ya daba por imposible acercarme más, dejó atrás su duda y se acercó ella, aunque solo un poco.
Al final, y la verdad es que sigo sin comprender cómo, conseguí articular:
-Hola, soy Christopher, Chris para los amigos.
Me sorprendió oír mi voz, pero ella me dijo:
-¿Me puedo considerar amiga? –sonrió- Yo me llamo Jeniffer, también para los amigos.
Jeniffer. Ese nombre se me grabaría a fuego en la memoria. Creo que si algún día tengo alzhéimer, recordaré su nombre.
-¿Qué… Qué tal? –le pregunté, todavía no muy convencido.
-Bien, respirando tranquilidad tras una agotadora semana –tras unos instantes, añadió-. ¿Y tú?
-Maravillosamente bien.
Esas palabras me salieron sin pensar, y pronto me arrepentí de haberlas pronunciado; porque podían interpretarse malamente. Sin embargo, eso no fue lo que pasó, así que me relajé.
No volvimos a pronunciar palabra durante unos diez minutos, mirando al mar, con la guardiana de la noche de testigo. Cuando al fin volvimos a hablar fue para despedirnos: se había hecho tarde y me esperaban mis padres para cenar.
Tercera Luna
Ya era octubre y ese día había luna llena. Supuse que, al igual que las otras dos veces, esa noche me encontraría con Jeniffer en la playa, y supuse bien.
Cuando estaba anocheciendo la vi llegar, siempre vestida de negro, con su caminar pausado pero encantador.
-Bonjour, Jeniffer –le dije, haciendo gala de mi mejor acento francés.
Técnicamente solo habíamos hablado una vez, pero yo la trataba como si fuéramos amigos íntimos.
-Salut, Chris –me contestó. Ella tenía mejor acento que yo.
Nos sentamos a observar cómo la luna presidía el cada vez más oscuro horizonte. Esta vez sí que hablamos, de nosotros y de cosas más banales.
Me contó que era francesa de nacimiento –de ahí el acento-, que su cumpleaños era el 8 de Noviembre y que no le gustaban las zanahorias. Yo le conté que había nacido aquí, en Inglaterra, aunque me había mudado al pueblo el día en que nos vimos por primera vez.
Tras otro rato hablando de cosas banales, surgió el tema:
-¿Y dónde vives? Conozco el pueblo de arriba a abajo y no te he visto nunca.
Jennifer se calló. Lo pensó detenidamente, pero al final explicó, simplemente, que no podía decirlo.
Claro, llegados a este punto me extrañé. ¿No puede decirlo?
-Al menos una aproximación.
-No, no puedo decir nada.
-Solo…
-¡Que no!
Se levantó, enfadada. Me pareció ver que el mar se embravecía, aunque probablemente eso no fuera más que un producto de mi imaginación.
La vi marcharse, con rumbo desconocido para mí. Como parecía que ya iba siendo costumbre, soñé con Jennifer.
Cuarta Luna
Noviembre había llegado, y con él las primeras nieves; pero eso no impidió mi visita mensual a la playa, bajo la luna llena.
La playa estaba cubierta de un manto blanco y espeso al que llaman nieve, y me senté sobre él.
Al rato la vi, vestía el mismo vestido negro de todos los días.
-Hola, Jennifer –la saludé.
-Hola.
-Perdón por lo del otro día.
-No pasa nada.
-Por cierto, feliz cumpleaños.
-¡Gracias!
Como la última vez, las horas pasaron como si no quisieran pasar.
Miré mi reloj de muñeca, la una de la madrugada. ¿Cómo habíamos llegado hasta esa hora?
-Jennifer, me tengo que ir. Mi familia estará preocupada.
-Es verdad, ya es muy tarde.
-¿A ti no te esperan en tu casa?
-No…
Noté en ella un sentimiento a medio camino entre la melancolía y la angustia. Decidí no meter el dedo en la llaga.
Fue ella la que, tras un largo silencio, dijo:
-No tengo familia. Soy huérfana e hija única.
-Lo siento… -susurré.
-No es culpa tuya.
La miré a los ojos y, pese a que era noche cerrada y una espesa niebla empezaba a cubrir la playa, vi cómo se le humedecían.
En ese momento, en esa milésima de segundo, mi corazón se enterneció, y sentí un calor especial.
No lo dudé.
Me lancé sobre ella y la besé.
Y ella me besó.
Tiene 1000 palabras exactas y ahora estoy en proceso de hacer una novela a partir de este relato.
Bueno, decidme opiniones. ¿Os ha gustado? ¿Qué le añadiríais o eliminaríais?
Crónicas de la Luna Llena
Primera LunaÉse fue mi primer día en el pueblo. Terminamos la mudanza esa mañana, y por la tarde ya parecía que llevásemos toda nuestra vida ahí. Ya nos saludábamos entre nosotros y conocía a todos los de mi edad.
Cuando cayó la noche, salí de casa para ir a dar un paseo por la playa. La luna se reflejaba en la mar calmada, y yo me senté en la arena, mirando hacia el horizonte.
Fue entonces, mientras miraba a lo que parecía una de las vistas más bellas que podría haber en el mundo, cuando apareció ella.
Tenía el pelo negro y largo, ondulado. Desde mi situación, se veía una cara hermosa. Llevaba un vestido del color del ébano, que ondeaba por el viento. Y me miraba.
Cuando advertí ese detalle volví la vista al mar como quien no quiere la cosa, pero sabía que me había visto, y yo a ella.
Al cabo de lo que debieron ser uno o dos minutos, volví a mirar. Ya no estaba.
Esa noche soñé con la chica de negro.
Segunda Luna
Era septiembre, hacía casi un mes que había llegado al pueblo y ya sentía que había crecido allí. Salí del instituto y cogí la bicicleta, aparcada al lado de la puerta. Estaba enganchada en una farola gracias a un candado.
Ya casi ni me acordaba de la chica de negro, aunque de vez en cuando me sorprendía pensando en ella. No me la había cruzado nunca más, y eso es prácticamente imposible en este pueblo.
Sin embargo, al atardecer volví a la playa. Cuando anocheció y la luna llena se izó con todo su esplendor, la volví a ver.
Esta vez, tras seis minutos de intensas miradas, me atreví a acercarme lentamente, como si ella fuera un pájaro listo para alzar el vuelo ante cualquier asomo de peligro.
La chica me miró fijamente, dudando qué hacer en ese momento. Al ver su vacilación, me paré. Al cabo de un rato, cuando ya daba por imposible acercarme más, dejó atrás su duda y se acercó ella, aunque solo un poco.
Al final, y la verdad es que sigo sin comprender cómo, conseguí articular:
-Hola, soy Christopher, Chris para los amigos.
Me sorprendió oír mi voz, pero ella me dijo:
-¿Me puedo considerar amiga? –sonrió- Yo me llamo Jeniffer, también para los amigos.
Jeniffer. Ese nombre se me grabaría a fuego en la memoria. Creo que si algún día tengo alzhéimer, recordaré su nombre.
-¿Qué… Qué tal? –le pregunté, todavía no muy convencido.
-Bien, respirando tranquilidad tras una agotadora semana –tras unos instantes, añadió-. ¿Y tú?
-Maravillosamente bien.
Esas palabras me salieron sin pensar, y pronto me arrepentí de haberlas pronunciado; porque podían interpretarse malamente. Sin embargo, eso no fue lo que pasó, así que me relajé.
No volvimos a pronunciar palabra durante unos diez minutos, mirando al mar, con la guardiana de la noche de testigo. Cuando al fin volvimos a hablar fue para despedirnos: se había hecho tarde y me esperaban mis padres para cenar.
Tercera Luna
Ya era octubre y ese día había luna llena. Supuse que, al igual que las otras dos veces, esa noche me encontraría con Jeniffer en la playa, y supuse bien.
Cuando estaba anocheciendo la vi llegar, siempre vestida de negro, con su caminar pausado pero encantador.
-Bonjour, Jeniffer –le dije, haciendo gala de mi mejor acento francés.
Técnicamente solo habíamos hablado una vez, pero yo la trataba como si fuéramos amigos íntimos.
-Salut, Chris –me contestó. Ella tenía mejor acento que yo.
Nos sentamos a observar cómo la luna presidía el cada vez más oscuro horizonte. Esta vez sí que hablamos, de nosotros y de cosas más banales.
Me contó que era francesa de nacimiento –de ahí el acento-, que su cumpleaños era el 8 de Noviembre y que no le gustaban las zanahorias. Yo le conté que había nacido aquí, en Inglaterra, aunque me había mudado al pueblo el día en que nos vimos por primera vez.
Tras otro rato hablando de cosas banales, surgió el tema:
-¿Y dónde vives? Conozco el pueblo de arriba a abajo y no te he visto nunca.
Jennifer se calló. Lo pensó detenidamente, pero al final explicó, simplemente, que no podía decirlo.
Claro, llegados a este punto me extrañé. ¿No puede decirlo?
-Al menos una aproximación.
-No, no puedo decir nada.
-Solo…
-¡Que no!
Se levantó, enfadada. Me pareció ver que el mar se embravecía, aunque probablemente eso no fuera más que un producto de mi imaginación.
La vi marcharse, con rumbo desconocido para mí. Como parecía que ya iba siendo costumbre, soñé con Jennifer.
Cuarta Luna
Noviembre había llegado, y con él las primeras nieves; pero eso no impidió mi visita mensual a la playa, bajo la luna llena.
La playa estaba cubierta de un manto blanco y espeso al que llaman nieve, y me senté sobre él.
Al rato la vi, vestía el mismo vestido negro de todos los días.
-Hola, Jennifer –la saludé.
-Hola.
-Perdón por lo del otro día.
-No pasa nada.
-Por cierto, feliz cumpleaños.
-¡Gracias!
Como la última vez, las horas pasaron como si no quisieran pasar.
Miré mi reloj de muñeca, la una de la madrugada. ¿Cómo habíamos llegado hasta esa hora?
-Jennifer, me tengo que ir. Mi familia estará preocupada.
-Es verdad, ya es muy tarde.
-¿A ti no te esperan en tu casa?
-No…
Noté en ella un sentimiento a medio camino entre la melancolía y la angustia. Decidí no meter el dedo en la llaga.
Fue ella la que, tras un largo silencio, dijo:
-No tengo familia. Soy huérfana e hija única.
-Lo siento… -susurré.
-No es culpa tuya.
La miré a los ojos y, pese a que era noche cerrada y una espesa niebla empezaba a cubrir la playa, vi cómo se le humedecían.
En ese momento, en esa milésima de segundo, mi corazón se enterneció, y sentí un calor especial.
No lo dudé.
Me lancé sobre ella y la besé.
Y ella me besó.
Tiene 1000 palabras exactas y ahora estoy en proceso de hacer una novela a partir de este relato.
Bueno, decidme opiniones. ¿Os ha gustado? ¿Qué le añadiríais o eliminaríais?
Re: [Relato] Crónicas de la Luna Llena
Yo lo dejaria tal cual esta, es hermoso... cuando haces ma???
Re: [Relato] Crónicas de la Luna Llena
1000 palabras que precision ........impresionante
Thane_Krios- Novato
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