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PROYECTOS FINALIZADOS○ Yumeiro Button ○ Tsubakikasa Tricolor PROYECTOS EN EMISION○ Diabolik Lovers Capitulo 1 ○ The Chronicle Of Seven Prologo PROYECTOS EN PROCESO○ Mako to Aki-chan no Koigokoro Capitulo 1 ○ Otogi Taisen Fantasma Capitulo 1 ○ Toushu-Sama Wa Itazura Ga Osuki Capitulo 1 ○ Idol-sama No Onikiri [One Shot] ○ The Chronicle Of Seven Capitulo 1 ○ Diabolik Lovers Capitulo 2
Visita de una joya
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Visita de una joya
Egipto. En una noche tan fría que respirar duele. Estas perdido y te giras en todas direcciones esperando encontrar un punto de referencia bajo un cielo encapotado. Un techo sobre vuestra cabeza intentando aplastar a los viajeros desafortunados que no permite ver nada, imitando al desierto por donde arrastras los pies. Buscas con la mirada cualquier signo de que no estas adentrándote más en la suerte de los desaparecidos yendo lo más recto posible en la misma dirección para no ser devorado por el desierto cuando, a lo lejos, se ve un destello.
Atraído irremediablemente por la única esperanza de no estar en soledad, te pones a caminar lenta y pesadamente hacia allí temiendo alguna sorpresa desagradable o hallando rastros de civilización.
Al principio un tenue hilo de luz subía desde la estrella hasta las nubes. Un aro luminoso como la aurora boreal desciende lentamente como una hoja al caer de un árbol usando ese hilo como eje y girando sobre si mismo sin rozarlo siquiera. Al tocar el suelo empieza a crecer torpemente como queriendo alcanzar el cielo hasta que lo consigue iluminando todo con su brillo. Se ha formado un tornado arco iris que no deja de retorcerse y de cambiar de un espectro a otro creando un espectáculo armonioso.
De pronto, desaparece y no tarda en oírse una fuerte explosión que levanta la arena hasta tal punto que había que retroceder. Estas enterrado vivo pero no muy profundo. Te levantas. Toses. Te sacudes el polvo. Intentas ver lo que ha pasado. Cuando la arena deja de ser niebla se ve que, no hay dunas en decenas de kilómetros a la redonda desde donde paso la desconcertante experiencia formando un embudo gigante. Solo vuelve a escucharse el eco lejano del viento. Por suerte, el suceso permite descubrir un esbozo de las montañas en el horizonte.
Un movimiento imperceptible recorre las nubes e inquieta tu espíritu. Te vuelves a enterrar rápidamente con las manos haciendo de palas hacía atrás estilo topo. Después con esas mismas manos te cubres la boca y empujas con los codos para tener más espacio creando una burbuja de aire donde poder respirar más tranquilo hasta que pase el peligro sea lo que sea que este pasando. Acabándosete el aire sacas la cabeza. Todo vuelve a estar en calma. Tomas la decisión de seguir adelante pase lo que pase.
Ruedas sobre ti mismo para hacer el viaje más corto. Tras horas de caminata te adentras en el socavón a trompicones y cuando vas a llegar casi al centro se vislumbra algo semienterrado. Te acercas con sigilo hasta revelar el misterio.
Era un pastor. A pesar de su extrema delgadez estaba en el buen estado que uno esperaría tener tras despedirse de este mundo. Lo único que llevaba era un taparrabos hecho con vendas. El rigor mortis presentaba sus brazos en extraña posición como queriendo apartar a un enemigo invisible. En su paralizado rostro se podía leer un horror abyecto grabado bajo su curtida piel por lo que hubiera hecho y visto en su otra vida. En esta, su boca entreabierta aguantaba soltar un grito del pasado sin fin mientras sus ojos se resistían a dejar de admirar el firmamento como si supiera que estaba siendo observado desde arriba.
De cuclillas y contagiándote con su insistente fijación en ese preciso punto como si siempre hubiera estado a allí sin más casualidad de la que te ha llevado a allí a ti también, mirabais los dos el cielo emborronado preguntándote, ¿Habría quedado atrapado por una tormenta de arena y este incidente hubiera sacado a la superficie el cuerpo de su tumba olvidada? Mientras os perdíais en la inmensidad, hacía el cadáver se acercaba el primer visitante no deseado de los muchos que podrían acudir en una situación como esa. Ni los escorpiones se tomarían la molestia tan lejos de nada.
Unas pequeñas patitas que no dejaban huella alguna, con paso lento pero decidido, fueron a posarse sobre el pecho de aquel pobre hombre. Era un escarabajo verde jade como el broche de una reina, al que construyen templos y símbolo de los dioses. Su máximo deber era estar dispuesto a llevarse su alma a las estrellas. Este gesto no se ignoraba en las alturas pero si para el viajero cansado, fatigado y muerto de sed de que, un pequeño mensajero llevase tan preciada carga.
Tras el breve descanso te pones de nuevo en pie, bordeas al pastor sin tocarlo ni mirarlo y con la voluntad de sobrevivir que te queda en dichas circunstancias, emprendes la que será tu última larga marcha. Tanto si encuentras agua como si agradeces no poder levantarte más abandonándote las fuerzas, sellas tu destino alejándote del cráter con la protección y el cobijo de las montañas, al contrario que ese escarabajo que siempre acudirá a la llamada de los dioses.
Atraído irremediablemente por la única esperanza de no estar en soledad, te pones a caminar lenta y pesadamente hacia allí temiendo alguna sorpresa desagradable o hallando rastros de civilización.
Al principio un tenue hilo de luz subía desde la estrella hasta las nubes. Un aro luminoso como la aurora boreal desciende lentamente como una hoja al caer de un árbol usando ese hilo como eje y girando sobre si mismo sin rozarlo siquiera. Al tocar el suelo empieza a crecer torpemente como queriendo alcanzar el cielo hasta que lo consigue iluminando todo con su brillo. Se ha formado un tornado arco iris que no deja de retorcerse y de cambiar de un espectro a otro creando un espectáculo armonioso.
De pronto, desaparece y no tarda en oírse una fuerte explosión que levanta la arena hasta tal punto que había que retroceder. Estas enterrado vivo pero no muy profundo. Te levantas. Toses. Te sacudes el polvo. Intentas ver lo que ha pasado. Cuando la arena deja de ser niebla se ve que, no hay dunas en decenas de kilómetros a la redonda desde donde paso la desconcertante experiencia formando un embudo gigante. Solo vuelve a escucharse el eco lejano del viento. Por suerte, el suceso permite descubrir un esbozo de las montañas en el horizonte.
Un movimiento imperceptible recorre las nubes e inquieta tu espíritu. Te vuelves a enterrar rápidamente con las manos haciendo de palas hacía atrás estilo topo. Después con esas mismas manos te cubres la boca y empujas con los codos para tener más espacio creando una burbuja de aire donde poder respirar más tranquilo hasta que pase el peligro sea lo que sea que este pasando. Acabándosete el aire sacas la cabeza. Todo vuelve a estar en calma. Tomas la decisión de seguir adelante pase lo que pase.
Ruedas sobre ti mismo para hacer el viaje más corto. Tras horas de caminata te adentras en el socavón a trompicones y cuando vas a llegar casi al centro se vislumbra algo semienterrado. Te acercas con sigilo hasta revelar el misterio.
Era un pastor. A pesar de su extrema delgadez estaba en el buen estado que uno esperaría tener tras despedirse de este mundo. Lo único que llevaba era un taparrabos hecho con vendas. El rigor mortis presentaba sus brazos en extraña posición como queriendo apartar a un enemigo invisible. En su paralizado rostro se podía leer un horror abyecto grabado bajo su curtida piel por lo que hubiera hecho y visto en su otra vida. En esta, su boca entreabierta aguantaba soltar un grito del pasado sin fin mientras sus ojos se resistían a dejar de admirar el firmamento como si supiera que estaba siendo observado desde arriba.
De cuclillas y contagiándote con su insistente fijación en ese preciso punto como si siempre hubiera estado a allí sin más casualidad de la que te ha llevado a allí a ti también, mirabais los dos el cielo emborronado preguntándote, ¿Habría quedado atrapado por una tormenta de arena y este incidente hubiera sacado a la superficie el cuerpo de su tumba olvidada? Mientras os perdíais en la inmensidad, hacía el cadáver se acercaba el primer visitante no deseado de los muchos que podrían acudir en una situación como esa. Ni los escorpiones se tomarían la molestia tan lejos de nada.
Unas pequeñas patitas que no dejaban huella alguna, con paso lento pero decidido, fueron a posarse sobre el pecho de aquel pobre hombre. Era un escarabajo verde jade como el broche de una reina, al que construyen templos y símbolo de los dioses. Su máximo deber era estar dispuesto a llevarse su alma a las estrellas. Este gesto no se ignoraba en las alturas pero si para el viajero cansado, fatigado y muerto de sed de que, un pequeño mensajero llevase tan preciada carga.
Tras el breve descanso te pones de nuevo en pie, bordeas al pastor sin tocarlo ni mirarlo y con la voluntad de sobrevivir que te queda en dichas circunstancias, emprendes la que será tu última larga marcha. Tanto si encuentras agua como si agradeces no poder levantarte más abandonándote las fuerzas, sellas tu destino alejándote del cráter con la protección y el cobijo de las montañas, al contrario que ese escarabajo que siempre acudirá a la llamada de los dioses.
Kenshiro- Shōnen no kakumei
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